Dante se recompone de la salida del Infierno. A partir de este momento, va a cantar ahora sobre el segundo reino, en el que el espíritu humano se purga y se hace digno de subir al Cielo. Pide la inspiración a las Musas y seguimos avanzando con él:

Ahora nos encontramos con Dante y Virgilio en la playa del Purgatorio. El cielo del nuevo amanecer que podemos ver y el aire puro que respiramos nos devuelven la alegría a los ojos y al corazón que el aire infernal nos había quitado.

Nos volvemos hacia la izquierda y, viendo el cielo austral, encontramos con admiración cuatro estrellas muy brillantes que solamente Adán y Eva pudieron ver.


En ese momento, a nuestro lado aparece un anciano, solo y digno de suma reverencia al verlo, con una barba larga partida en dos. Las cuatro estrellas que acabamos de ver le iluminan el rostro como si fuera el mismo sol. Y nos pregunta, sorprendido:

–¿Pero quiénes son ustedes, que pudieron salir de la prisión eterna? ¿Cambiaron las leyes del abismo, o el Cielo ha dispuesto que ahora los condenados lleguen hasta acá, el Purgatorio que yo custodio?

–No llegamos por nuestra propia iniciativa. Una mujer descendida del Cielo me suplicó que lo acompañara –le contesta Virgilio– él todavía no murió, pero estuvo a punto de hacerlo y la única alternativa que le quedaba era pasar por acá. Ya vimos a todos los condenados, ahora nos quedan ver los espíritus que purgan sus penas.

Y agrega que sería largo contarle todo lo que vieron, que vamos buscando con Dante la libertad (algo tan preciado que por ella Catón renunció a su vida), que Virgilio mismo viene de estar con Marcia –la esposa de Catón– y que por el amor que le tuvo los dejen avanzar. También le aclara que ninguna ley se suspendió porque Minos no ata a Virgilio, y Dante y nosotros estamos vivos.

Catón le responde que el amor que había tenido a Marcia ya no tiene ninguna fuerza, pero que es suficiente con que del Cielo hayan querido nuestro viaje. Entonces nos da instrucciones: arranquemos un junco de la playa (única planta que puede sobrevivir a la fuerza de las olas del mar) para atarlo a nuestra cintura, y lavarnos el rostro para limpiar toda la suciedad y porquería infernal. Y cuando el sol salga completamente mostrará la dirección hacia donde encontrar un fácil acceso a la montaña para comenzar la subida.

Virgilio nos limpia el rostro y arrancamos un junco para ceñirnos. Y, sorprendentemente, en ese mismo momento, nace otro en el mismo lugar.  

PURGATORIO - CANTO I