Después de cruzar la puerta, comenzamos a subir por sendero ondulante y muy difícil, marcado en la piedra; Virgilio nos aconseja usar el ingenio, acercándonos y alejándonos según el caso.

Eso nos hace andar muy lentamente hasta que llegamos, con fatiga y sin mucha seguridad, al lugar en el que el camino se ensancha y forma la terraza.

Nos quedamos en ese lugar solitario, como en un desierto; en la senda que hay entre el vacío hasta la pared interior del monte hay espacio para tres personas.

De repente nos damos cuenta que, del lado de la pared, hay esculturas de mármol blanco. Están muy finamente talladas, que superan no solamente a cualquiera de los mejores artistas sino también las mismas maravillas naturales.

El ángel Gabriel, que vino a traer a la Tierra el decreto de la paz entre Dios y el hombre, nos parece tan real frente a nosotros, esculpido suavemente, al punto tal que no da la impresión de ser una imagen silenciosa. Juraríamos que está diciendo ¡Ave!, porque también allí se encuentra la Virgen María, que parece estar contestando: “Yo soy la servidora del Señor”, con tal realismo como una figura impresa sobre la cera.

Entonces Virgilio nos recomienda que no miremos solamente una de las imágenes (porque hay más) y encontramos otros dos ejemplos de humildad: uno del rey David,y otro del emperador romano Trajano.

Mientras observamos la escenas, parece que vienen muchas almas haciendo su penitencia que, por muy grave que parezca, terminará después del Juicio Final. Pero no podemos distinguirlas muy bien qué pasa; entonces Virgilio nos dice que son penitentes que, por su condición, deben encorvarse muchísimo por el peso que llevan. Debemos agudizar la vista para ver cada una de las almas bajo la piedra que lleva.


La impresión que nos da es como cuando vemos estatuas humanas que sostienen techos en lugar de una columna, y eso parecen los penitentes allí si los observamos atentamente.

Lo cierto es que estaban más o menos agachados según la mole que llevaba cada uno en su espalda y hasta el que más paciente parecía daba la impresión de decir “no puedo más”.

PURGATORIO - CANTO X